“Nuestra obligación es tener memoria, no mirar para otro lado y saber qué hicieron nuestros familiares genocidas”, afirma Analía Kalinec, impulsora de una iniciativa que busca contrarrestar en las redes sociales el discurso de quienes niegan o justifican los crímenes aberrantes cometidos durante la última dictadura.
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Bruno Brugellis tiene quince años y ninguna foto con su abuelo. Es nieto de Eduardo Emilio Kalinec, un represor de la Policía Federal Argentina (PFA) que actuó en los centros clandestinos conocidos como Atlético, Banco y Olimpo. Su mamá, Analía Kalinec, cofundó hace seis años Historias Desobedientes, un colectivo que agrupa a familiares de genocidas por la memoria, la verdad y la justicia. Bruno nació cuando su abuelo llevaba más de dos años preso. Solamente lo vio en el velatorio de su abuela. Días atrás, Bruno y su mamá se sentaron frente a una cámara, y Analía le preguntó qué le despertaba la figura de su abuelo, condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad: “¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no cuenta lo que sabe y hace un acto de bien? Ya en este punto no colaborar es un acto de cobardía. O un acto malvado”, dijo el chico. Analía lo miró con orgullo, contuvo las lágrimas, y el video se terminó. La de ellos no es una iniciativa individual, sino una propuesta de los familiares de genocidas que llaman a otros a desobedecer y a romper el manto de silencio. La campaña –que ya circula en redes sociales– terminará con un pedido a Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza (LLA), para que reflexione sobre su historia personal y su postura condescendiente hacia quienes actuaron durante la última dictadura argentina –entre ellos, su padre y su tío.
Villarruel se convirtió en una figura gravitante de la política nacional en las últimas semanas. El 4 de septiembre pasado, organizó un acto en la Legislatura porteña que congregó a varios detractores de los juicios de lesa humanidad. Antes de que se concretara la actividad, Historias Desobedientes dio a conocer un comunicado en el que describía a la diputada de LLA como una “hija obediente del genocidio”. En otras palabras, los integrantes de Historias Desobedientes planteaban que Villarruel no había podido apartarse de su designio familiar: hija de un teniente coronel que reivindicaba haber luchado contra la “subversión”, sobrina de un militar detenido por crímenes en el Vesubio y nieta de un contraalmirante.
En ese contexto, empezó a gestarse una campaña en redes sociales, que Historias Desobedientes diseñó con un equipo de creativos que se sensibilizó con la historia de este colectivo que se conformó en 2017, después del fallo del 2×1 de la Corte Suprema, que le abría la puerta a los represores de una liberación temprana.
La campaña se llama “Detrás de la foto” e invita a familiares de genocidas a escoger una imagen de su pariente y contar su historia. En una primera etapa, serán cinco los videos que recorrerán las redes sociales como un testimonio contra quienes niegan o justifican los secuestros, las torturas, las violaciones, los asesinatos, las desapariciones, los vuelos de la muerte y el robo de bebés.
Las historias
Bibiana Reibaldi sostiene una foto del día de su boda. En ella, se la ve abrazando a su papá, Julio Reibaldi, un exintegrante del Batallón de Inteligencia 601 de Ejército –el organismo que concentraba toda la información que se arrancaba en las salas de torturas de los centros clandestinos y hacía que la rueda de la represión siguiera girando.
“Estoy con mi padre. Todavía no podía asociar a mi padre con lo que realmente era: responsable de crímenes de lesa humanidad”, dice Bibiana –sin poder contener el llanto. “Yo me veo pretendiendo acercar a mi padre a esa vida que yo quería para mí”, describe. Julio Reibaldi murió en 2002. “Impune, pero supo del repudio de su hija, a pesar del cariño –que tan difícil hizo esa posición”, cierra ella.
Gonzalo Fichera exhibe una foto de un viaje con su padre, Antonio Fichera. Por aquellos años –entre 1976 y 1979–, Fichera fue el responsable del Grupo de Artillería Mecanizada de Ciudadela. Gonzalo solía acompañarlo al trabajo: recorría el regimiento, andaba en bicicleta. “Yo lo idolatraba mucho, era mi mundo a seguir”, cuenta. “Después, con el tiempo, fui entendiendo que en esa zona (que estaba bajo su mando) funcionaron tres campos de concentración”, apunta.
Viviana Cao muestra una foto carnet de su padre, Oscar Horacio Cao. En ese momento, relata, él estaba reprimiendo el “Viborazo” en Córdoba. Después, volvió y pasó a retiro para incorporarse al Batallón 601.
Un llamado a la desobediencia
Analía Kalinec eligió dos fotos para la campaña: una en la que le da un beso en el cachete a su papá y otra en la que él esconde la cara ante una cámara que busca retratarlo mientras baila con su hija, que lo mira embelesada.
Lo que empezó como un proceso individual de conocer qué había hecho su padre con el tiempo se volvió en un esfuerzo colectivo, y en la conformación de Historias Desobedientes. “Fue un trabajo muy doloroso de poder aceptar, pero también muy necesario para mi propia historia y la de mis hijos”, dice mirando a cámara.
Después, conversa con Página/12 sobre la campaña que busca llegar a Villarruel. “Es un llamado a la desobediencia. Es una interpelación a otros familiares de genocidas para decirles que no pueden excusarse en esos vínculos para convalidar estos crímenes. Nuestra obligación es tener memoria, no mirar para otro lado y saber qué hicieron nuestros progenitores o nuestros familiares genocidas”, sostiene.